Por: Salvador
Castro Iglesias
Hace algún
tiempo, alguien me preguntó ¿por qué te ríes?, en ese momento solo atiné a
decir.- ¡Por que sí!.
Con el paso
del tiempo y al convertirme en una persona adulta, esa pregunta adquiere nuevas
dimensiones, hoy ya no se trata solo de reírme porque sí, va mucho más allá.
Después de
haber transcurrido un largo camino, de pasar algunas penurias, fallecimientos
de personas amadas, engaños y desengaños, falsos amigos que hoy ya no están,
puedo por fin dar respuesta a esa pregunta.
Me río de la
vida, de mis amaneceres en los que una vez más me siento vivo, me río de mis
aciertos y desaciertos, porque gracias a ellos avanzo en mi camino, río porque
no hacerlo sería una muestra de ingratitud por todo aquello que la vida me ha
concedido.
Cómo no reír
ante un tipo como el pato Lucas que una y otra vez, me recuerda que la vida la
construye uno mismo, y se es lo que uno quiere ser, sin convencionalismos, con
actitud alegre ante los acontecimientos del día a día.
Reír además,
sana el alma, la transporta a regiones en donde la tristeza no tiene cabida, en
donde el tiempo se detiene en franca complicidad con la felicidad, pasa algo,
el cuerpo se agita, el cerebro responde y como resultado sale la risa
explotando los sentidos.
Obviamente
cada día nos trae preocupaciones, penas, dolor y tristeza, pero gracias a la
risa podemos superarlas y así renacer como el ave fénix.
Sé también que
los agoreros de las desgracias dirán que solo los locos pueden reírse de tanta
cosa que nos pasa en este bello País, pero les diré que para mí, reír es como
ver ese vaso con agua, puede estar medio vacío o medio lleno, yo prefiero verlo
como un vaso con agua que calmará o mitigará mi sed, sin importar si está a
medias. La risa es así, siempre apacigua las tristezas.
Que si el
Presidente de México no da una cada vez que habla o toca algún tema, es para
dar risa (aunque luego se desquite aumentando los precios de las gasolinas o
los impuestos), que si nuestros conspicuos y siempre acertados Diputados y
Funcionarios dicen una cosa y hacen otra, no queda otra que reírse, porque son
los que tienen el sartén por el mango y a los pobres y sufridos Ciudadanos no
nos queda de otra que reírnos, México es así, nos reímos de la vida, de la
muerte y hasta le cantamos, llevamos flores, comida y bebida a los panteones el
día de muertos, y les contamos nuestras alegrías a aquellos que ya no están con
nosotros.
Me río, sí,
todos los días, porque mi compañera de vida merece que la haga reír, hacerla
feliz y compartir juntos la alegría de tenernos, de amarnos y sabernos uno.
Por supuesto
que me río, me llevaré a la tumba (o al crematorio), mis risas, mis locuras,
mis ideas, mis aventuras. Pleno de risas alegres que me lleven ante mi creador
y podamos juntos reírnos hasta la eternidad.
Nos leemos más
adelante …