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viernes, 8 de mayo de 2020

Rosas negras * Fantasma en tiempos extra

Escrito por: Jesús Chávez Jiménez 


¿ Porqué Ocho? Resolví bien, todo el examen, maestro. Lo dije con huevos. Pero para el perro los coyotes, el maestro Alberto Ruvalcaba Beltran, me contestó con el mismo énfasis. Para empezar chamaco cagengue en esta escuela no se le grita al maestro. Me asusto la reacción del catedrático de redacción y estilo. Después explica. El diez que me pides es de Dios. El nueve, es para mi. Y el ocho, es para alumnos soberbios como tú. Para esos escuincles mal paridos que creen saberlo todo. Y ahora quítate de mi vista.Me hirió el amor propio. Pero aguante vara. Decía mi abuelo que “ Jueguito que tiene desquite, ni quien se fije.
Así conocí al maestro Ruvalcaba. Después del incidente pase a Rectoría a pedir su currículum vitae. Me lo dieron de inmediata. Lo leí con atención: Director- propietario del diario El Sureño. Corresponsal en jefe de la Agencia Informex. Presidente del Consejo de la Televisora Caracol del Bermejo. Y fundador de la Universidad Transpeninsular. ! Tómala! Me dije. No sabía con quién me confronté hoy.
En lo académico también me quede estupefacto. Egresado en lenguas hispánicas, por la Universidad La Sorbona de Paris. Doctor por la Universidad Continental de Suiza. Y unos cincuenta grados académicos. Había diplomados de todos los temas. Una chucha cuerera, ni más, ni menos.
Esta historia que escribo, arranca en los ochenta en mi ciudad La Paz. La cenicienta y modosita. Un remansó choyero. La perla sobreviviente de epopeyas de buzos, piratas y marinos extraviados en una tierra de fantasía.
Me llamo Lucas Gilabert, hijo único de Lucas Gilabert Paularena, español de origen. Pero con alma Hondureña.
Casado con Stefanía Rodriguez también española. Trono el matrimonio y mi padre de la Ciudad de México me trajo a La Paz, donde hice todos mis estudios incluyendo la Universidad.
En esta Universidad donde afianzó vocaciones. Deseo ser periodista. Y creo que lo lograré. Lamento enfrentamientos como el del maestro Alberto, pero así es mi carácter soy chilango natural.
El curso siguió. Y el día esperado llegó. Mi venganza, era un plato frío que fui comiendo con calma. El doctor Alberto, el Dios, el sabio. El infalible, escribió mal una palabra: Otorrinolaringólogo. No lo acentuó. E increpé: querido maestro creo que le falta algo a esa palabra. No tarde en decirlo, que en reaccionar. Querido alumno, quiero aclararle que aquí, yo puedo escribir como se me hinchen, los huevos.
El resto de los alumnos se me echan encima. Burlas. Uno de ellos me pega con una libreta. Aguantó. Y grito. Y aclaró: no son sus huevos los que se hinchan, sino los de los integrantes de la Real Academia de la lengua que en su sesión del 14 de agosto de 1843 decidieron ese acento que no puso usted.El doctor quedó frío. Y levanta la mano. Y marca el tilde.
Ya no prosiguió la clase. Tomo su portafolio. Y se fue.
Ya no hubo más choques. Ni más discusiones. Todo en Santa paz
Una tarde al salir de clases vi una escena desagradable. Y cobarde. Urbano Ortigas, uno de los conserje de la Universidad traía como perilla de box al maestro Beto. Golpes en la cabeza. En el estómago. Una lucha desigual Urbano era un mastodonte. Y el maestro alto también uno noventa, flacucho. Malo para golpear.
Entro al quite. Y aplacó la agresión. Con la boca sangrando el doctor Beto se acerca a mi. Y expresa: te debo una mozalbete. No había duda de que era non grato a mi maestro.
Mi padre perdió el trabajo. Era el instalador de plantas sardineras en la Península. Y empezaron las necesidades económicas. Ya no podía pagarme la colegiatura. Era cara.
Y la decisión cruel: salirme de estudiar.
No había otro camino. Y había que apechugar el trago amargo. Y al mal paso darle prisa. Con la cabeza baja llegue a despedirme del maestro Beto, su odio por mi, le causaría júbilo. Me anuncié con Perla su secretaria. Me recibió de inmediato¿ que mosca te pico? Ninguna maestro. Vengo a despedirme y darme de baja. Ya no puedo pagar la colegiatura. ¿ Ese gachupin, corrió a tu padre? Me cae como balde fría el comentario. ¿ Como lo sabe? No ofendas mi inteligencia. Tu me investigaste. ¿ Te dije algo? - No, le respondo. Aprecie al maestro, relajado. Con otra mirada. Más agradable. Y suelta la primera sorpresa: quédate. Te doy una beca al cien por ciento. Y la segunda que nunca espere. “ Tengo una plaza en el periódico. Te doy buen sueldo, prestaciones. Y puedes acudir a clases cuando salgas. No pensé. Acepto.
De ahí hacia adelante. Más de cinco años juntos. El maestro era pluma pesada. Su columna- la primera del Diario “ Puntos de visión” Era la más leída. Masacraba a políticos y empresarios. Sus letras eran leyes.
Cuando me lo encontraba ocasionalmente, le felicitaba por su Columna. Hacia un ritual que me agradaba. Extendía su mano. Me saludaba. Se quitaba sus grandes lentes negros. Y expresaba “ Tengo la mano pesada verdad?
Esa mano pesada para escribir le trajo represalias. Un gobernador le persiguió y perdió la Universidad. Y la televisora. Su riqueza vino abajo. Pero nunca claudicó.
En los noventa peleó con fiereza contra un Secretario del despacho de gobierno. Esa mano pesada lo llevo a denunciar al servidor público que pretendía robarse terrenos del malecón. No pudo. La prensa ganó.
Los finales de esta historia llegaron con su asesinato. La mañana del 19 de noviembre apareció tasajeado de manera vil y cobarde. Llore a más no poder. Le dimos cristiana sepultura en el panteón de los Sanjuanes. Su última voluntad era ser enterrado cerca de Fernando Jordan, su amigo en las juventudes. Y que se le cantara La Paz, puerto de ilusión. Se le cumplió.
Las investigaciones involucran al conserje Urbano Ortigas. La causa: el maestro era amante de su esposa. Era Perla. Otras voces acusaban directo al gobernador. No se supo quién fue.
Pasó el tiempo. A los tres años de su muerte, yo estaba en las cruces de Mexico y Bravo. Esperando un taxi.De pronto lo vi. Esa figura inolvidable. Ahí estaba. Su suéter inglés. Y sus grandes lentes negros. Me ve con cariño. Me emociona. Y rápido, rápido me dice. Págame el favor: lleva este paquete a esta dirección mañana a las nueve Antes de alejarse Expresó.
Claro, tengo la mano pesada.
Llegó al otro día con mi encargo a las nueve de la mañana. Abro el paquete y me sorprende. Son dos rosas negras. Están entrelazadas con un listón blanco y la leyenda: asesino. Te perdono.
Ese lugar era la Funeraria del Carmen. Era el responso del gobernador.
¿ Lo soñé? Fue real. No se.

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