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jueves, 14 de junio de 2018

En un rincón del alma

En un rincón del alma llevo tantas cosas, que enumerarlas sería largo, pero que ahí están, las siento, las guardo y de vez en vez, las saco para acariciar mi alma o recordar aquellas que definitivamente jamás deberé volver a hacer o decir. Cuando Alberto Cortés escribió esa canción, de inmediato me gustó, era apenas yo un adolescente y solo tiempo me haría recordarla cada vez que una pena tocara mi vida. En ese rincón del alma, que no se toca y rara vez se comparto, tengo mil penas y alegrías, las primeras no me gusta recordarlas, son amargas y tristes, pero las tengo ahí para que nunca olvide porqué pasaron. Esas penas que se fueron creando cuando me rompieron el corazón, cuando murió mi madre, cuando también Dios decidió que se llevaría a mi querida Gloria con él para reír juntos con sus puntadas, dichos y esas comidas que tanto le gustaban. También retomo esas penas que no olvido, el momento en que dije algo ofensivo y que no olvidaré para que antes de volver a decir algo así lo piense más de dos o tres veces y mejor no lo diga. Alegrías muchas, que ahí están porque alegran mis días de soledad, como la primera vez que vi a los ojos a la chica que hoy comparte sus días conmigo, Irma Beltrán es la mujer que tomó para si mi alma pirata, con todos sus defectos y virtudes, que sabiendo mi pasado (porque yo se lo conté) decidió entregarme su corazón, dañado y muy lastimado pero confiando en recomponerlo junto a mí. Y sabe Dios qué he dado todo por hacerlo, por amarla sin restricciones, porque también se de su pasado, la vida que me queda se la doy porque sé que así podré guardar más recuerdos que me llevaré feliz para compartirlos con Dios cuando él me llame. Alegrías que me dejó mi Madre Graciela, esas que me hicieron feliz, que alegraron mi corazón y recuerdo con mucha felicidad. Me enseñó que la vida está siempre llena de recuerdos, que siempre yo debería hacer mucho más espacio en mi corazón para ellos y que las tristezas o malos recuerdos también debería de guardarlos para que nunca se olvidaran y yo fuera una mejor persona. Si, en un rincón del alma atesoro cada momento, cada día vivido, esos recuerdo son parte de mí, ahí están y no se borran, se abrazan, se cuidan y se van acrecentando conforme el tiempo pasa. En un rincón del alma tengo una pena… Que me causó la partida de tantos seres queridos, de amigos entrañables y de momentos tristes. Ahí tengo muchas pena entre tantas, la de saberme imperfecto, la de aquellos errores que cometí, la del lado oscuro que todos tenemos pero que yo si recuerdo y me obligan a mejorar para que ellas se vayan quedando muy lejos para hacer espacios a la alegría y la renovación constante, la de buscar siempre la perfección y poder atesorar cuando estas se hagan presentes por el trabajo bien hecho. No me gustan la penas ¿saben?, porque esas duelen y lastiman, me hacen acurrucarme y a veces llorar. Prefiero las alegrías siempre, ellas me alientan a ser mejor ser humano, a compartirlas a manos llenas para quienes tienen una pena en su alma. También, en ese rincón del alma tengo las sonrisas de mis hijas, esas que me dieron cuando las vi por vez primera llegar a mi vida, las que me brotaron el día que vi a sus hijas cuando también llegaron y que hoy siguen vigentes cada vez que las veo, ellas me llenan de orgullo, porque las veo realizadas, con más alegría que penas y eso no tiene precio. No dejo de seguir guardando recuerdos en mi alma, en mi corazón y en vida; hoy doy gracias a Dios por ello. Podría seguir contando de esos rincones del alma mía, ya Dios me lo concederá pero hoy solo quiero que ustedes también guarden en sus rincones del alma más experiencias buenas que malas y solo me queda enviarles bendiciones desde mi rincón del alma. Nos leemos mas adelante…

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