Por: Salvador
Castro Iglesias
Correo
electrónico: salcasis@yahoo.com.mx
Hoy por la
mañana y después de escribir mis 10 pensamientos cotidianos en las redes
sociales, recordé ese breve espacio de mi vida que transcurrió durante mi
infancia.
Un espacio
lleno de recuerdos, de largas tardes de verano en casa de mi abuela paterna,
siempre acompañado de mis hermanas, primos, Tías y mi madre.
Durante ese
espacio de tiempo, acostumbraba charlas largas horas con mi abuela Elena, una
mujer sabia y llena de historias que contar, de mi familia, de sus ancestros,
de ese pasado glorioso de mi México querido y de mil cosas más.
Mujer de
libros, pareciera que ellos (los libros) fueran su refugio anta tanta calamidad
que la vida le presentó a lo largo de su vida, perder a tres hijos y a mi
abuelo la llevaron ahí, a esconder sus penas en la lectura y poder con ello
platicarle a su nietos historias que no fueran las de ella y que dado el caso
contaba desde su perspectiva de una mujer de entrega y trabajo.
Mi abuela
Elena no fue una mujer de grandes abrazos o besos, seria fue, pero con gran
corazón y mucho, mucho amor por la vida hasta que cansada de tanta vida decidió
partir a viajar a otros mundos a sus 101 años.
Todo lo sabía,
tanto así que siempre la vi con una martillo y escalera en la mano o una
cuchara y la sartén, cocinando y horneando como ella solo sabía hacerlo, fue una
gran cocinera verdad de Dios, siempre había algo para saciar el hambre de quién
llegara de visita
Hoy la recordé
al pensar en ese breve espacio de tiempo de mi vida, haciendo cosas, siempre
ocupada o viajando por este México que fue su pasión. Me llevó con ella una
vez, a recorrer todo el sureste de este gran País, sabia como era dio cátedra a
cuanto guía de turistas pretendiera enseñarnos algo, conocía la historia como
pocas personas y así, entre ruinas, edificios, castillos, pirámides y palacios
me enseñó tantas cosas que jamás hubiera aprendido yo en las escuelas.
Pero algo que
me dejó grabado en mi alma para siempre, fueron sus recuerdos, llenos de nombres,
apellidos y antepasados, conocía sus orígenes y su largo árbol genealógico y
eso fue uno de sus grandes orgullos.
Esposa y viuda
de un gran hombre (Don Salvador Castro Lara), amigo del General Agustín
Olachea, a quien conoció allá por los años 40tas, y quién lo invitó a fundar
Los Planes, ahí mi abuelo Salvador construyó su casa y el primer rancho en esa
población, amén de un gran taller de torno y distribuidora de piezas,
tractores, accesorios e implementos agrícolas en la ciudad de La Paz.
Si, en ese
breve espacio de tiempo de mi vida fui feliz, lo sigo siendo gracias a todas
las enseñanzas para la vida que me heredaron mi abuela y mis padres, fui feliz
porque crecí en una familia llena de valores, educación y respeto, que nunca se
quejó y asumieron su parte en la historia y creyeron en este jirón de la
Patria, dejaron aquí sus huesos y hoy los recuerdo
Nos leemos más
adelante …