Jorge A. Vale Sánchez*
Hay diferentes ocasiones en que nos
proponemos realizar cambios o bien implementar nuevas acciones o nuevos rumbos
para nuestra vida. Por lo regular el
propósito se plantea después de una etapa difícil, una enfermedad, un nuevo puesto
laboral, un fracaso, divorcio o bien un año que comienza. Los buenos propósitos
se acompañan de planes o estrategias y de compromisos en primera persona:
“yo”, es decir, quien hace los planes.
La efectividad personal de
cada miembro de una organización está en relación directa con la efectividad
institucional. De ahí que los propósitos y deseos que establecemos para nuestra
persona repercutan en la organización o empresa en la que trabajamos.
De la misma forma en que la
planeación estratégica y participativa dentro de las organizaciones empresariales
parte de un conocimiento claro y preciso de la Misión Organizacional, la Visión
de Futuro que deseamos para la organización, así como de los Principios y
Valores que fundamentan la filosofía organizacional, también estos conceptos
son tomados en cuenta para los planes personales que acompañan a los nuevos
propósitos, esto es un claro conocimiento de nuestra misión como ser humano, la
visión de futuro de nuestra vida y, desde luego, los principios y valores con
los que determinamos las buenas decisiones que tomamos en nuestra vida
diaria. Sin embargo, existe otro
elemento de fundamental importancia para que los planes y propósitos
establecidos puedan de forma realista ser instrumentados y esto es el rol o roles
que nos toca jugar o desempeñar en cada una de nuestras actividades en lo
individual o lo colectivo: familia,
grupo de amigos, organización en
la que trabajamos, o la sociedad en su conjunto, por mencionar algunos.
Ya hemos comentado
anteriormente la importancia que juegan las relaciones productivas que
establecemos a lo largo de nuestra vida.
En cada etapa de nuestra vida diferentes relaciones productivas toman
mayor o menor relevancia dependiendo de los roles que nos toca desempeñar. La efectividad personal proviene de asegurar
que los roles que desempeñamos se fundamenten en relaciones productivas sanas y
positivas y, desde luego, que aseguran el alcance de nuestra misión aplicando
los principios y valores que hemos decidido para nosotros. Pero, ¿cómo asegurar que los roles que desempeñamos alcancen su
efectividad? El primer componente para
encontrar una respuesta a la cuestión anterior tiene que ver con la necesidad
de conocer con claridad y certeza cuáles y cuántos son los roles que nos toca
desempeñar y, por tanto, quiénes son las personas involucradas en estas
relaciones.
Como ejemplo podríamos citar
un caso general en el que los roles de una persona son: cónyuge, padre, hijo,
director corporativo, abogado y ciudadano. De acuerdo con estos roles las
personas involucradas en las relaciones productivas que harán eficiente cada
rol podrían ser: cónyuge, hijos, padres, subordinados, colegas o socios y
vecinos de la ciudad donde se vive.
La otra componente de la
respuesta proviene de lo que las otras personas involucradas en la relación
productiva manifiestan de dicha relación.
De aquí entonces que la clave para la efectividad está en las acciones
que hagamos para que las otras personas encuentren la efectividad que nosotros
mismos deseamos. Sin embargo, hasta aquí
pareciera que esto no depende de nosotros sino de las otras personas.
Lo anterior puede ser visto
con mayor claridad cuando nos hacemos la pregunta ¿qué quiero que diga(n)
esta(s) persona(s) de la relación que sostiene conmigo?. La ventaja de esta pregunta es que ya no
depende de las personas involucradas en la relación sino de la propia primera
persona, esto es, de quien hace los planes y propósitos.
De esta forma, para asegurar
la efectividad de cada rol –lo que depende también de los demás-, se puede construir, con mayor claridad, por
la misma primera persona al hacer sus planes y estrategias de cada día, semana,
mes o año. Por ejemplo, supongamos que
una persona revisa su rol de ser hijo, la pregunta seria ¿Que quiero que diga
mi madre de la relación que sostiene conmigo, su hijo?. Y supóngase que los
deseos de quien fundamenta el rol son ser reconocido como un hijo que esta
atento de las necesidades de su madre, así como que ella tenga presente
permanentemente el amor que el hijo siente por ella. Así, los deseos y
propósitos que aseguran que esta relación alcance la efectividad dependen de
las acciones desarrolladas por quien planifica durante un lapso de tiempo: un
día, una semana, un mes o todo el año.
Así, acciones como visitas, llamadas telefónicas, cartas, permitirán el
alcance de la efectividad deseada para los participantes de dicha relación hijo
y madre.
Asimismo, para cada rol desempeñado se debe
hacer la misma pregunta por cada persona involucrada, lo cual permitirá
identificar con claridad las acciones que deben realizarse en cada etapa de
tiempo que aseguren la efectividad en el rol o en los roles desempeñados.