Por Raymundo León Verde
Según el artículo 30 de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos la nacionalidad
mexicana se adquiere por nacimiento o por naturalización.
Mexicanos por
nacimiento son los que nacen en territorio nacional sea cual fuere la
nacionalidad de sus padres, los que nacen en el extranjero, hijos de padres
mexicanos nacidos en territorio nacional, de padre mexicano nacido en
territorio nacional o de madre mexicana nacida en territorio nacional.
Los que nacen en el
extranjero, hijo de padres mexicanos por naturalización, de padre mexicano por
naturalización o de madre mexicana por naturalización, y los que nacen a bordo
de embarcaciones o aeronaves mexicanas sean de guerra o mercantes.
Mexicanos por
naturalización son los extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones
Exteriores la carta correspondiente y la mujer o varón extranjeros que
contraigan matrimonio con varón o con mujer mexicanos que tengan o establezcan
su domicilio dentro del territorio nacional.
Sin embargo, la
mexicanidad no se determina por decreto, esa es una condición más compleja, es
una identidad que se va forjando con el tiempo, en el hogar, la escuela, el
trabajo, la calle.
La mexicanidad son
nuestras costumbres, nuestros alimentos, nuestras relaciones humanas, nuestros
juegos, nuestra forma de ver la vida, lo que nos hace diferentes a los
habitantes de otros países.
Cierto es que somos un
mosaico de culturas, algunas indígenas y otras mestizas fruto de la colonización
española y en menor medida de las intervenciones estadounidense, francesa y
ahora mismo de la globalización que han entorpecido a lo largo de la historia
la mexicanidad, pero que al final no han roto con la cohesión que se tiene
desde hace más de cien años con todo y las luchas intestinas por el poder
político.
Hoy la globalización y
con ella la transculturización representan una seria amenaza para el
nacionalismo y la mexicanidad, por lo que es fundamental ir al reencuentro de
todo aquello que nos identifica como mexicanos además del origen y el
territorio.
Es penoso cómo muchos
jóvenes desconocen aspectos elementales de la historia de México, del pasado
prehispánico, de la colonia, la independencia, de los líderes que iniciaron la
revuelta que culminó con la creación de un nuevo país, de los desencuentros
entre conservadores y liberales durante todo el siglo XIX, de la pérdida de
territorio frente a los Estados Unidos, del fracaso de la invasión francesa a
México, del periodo reformista, la Revolución y la historia contemporánea.
Ni hablar de fechas,
nombres y lugares de una historia que se remonta a los mayas, los olmecas y los
teotihuacanos, vamos muchos ni siquiera pueden pronunciar con propiedad y menos
enjundia el himno nacional mexicano, ni el significado de la bandera o el
escudo nacional.
Empero nuestras
flamantes autoridades en turno también han contribuido a ello difundiendo la
historia según sus intereses. Curiosamente se festeja el inicio de la guerra de
independencia que no comenzó como tal y no se recuerda o se hace muy poco de su
culminación con la entrada del ejército trigarante a la ciudad de México,
refundiendo en el olvido a personajes como Agustín de Iturbide o se satanizan
como a Porfirio Díaz, elemento fundamental en la batalla del 5 de Mayo contra los
franceses.
Peor aún, se eliminan
de un plumazo las materias de educación cívica y de historia de las escuelas de
educación básica y hasta se mutila el escudo nacional como en el periodo de
Vicente Fox.
Hoy por pragmatismo
cada vez se generaliza más el mal uso del castellano y ni qué decir de su
escritura, pues ahora con el pretexto del facebook hasta los periodistas que se
supone deben privilegiar el correcto empleo de su principal instrumento de
trabajo, la palabra, balbucean, cercenan, tergiversan y destruyen el idioma.
Por otro lado, se
exacerba el malinchismo en muchas regiones del país, en especial en la zona
fronteriza con Estados Unidos o en los lugares turísticos donde el idioma y la
moneda oficial parecen el inglés y el dólar. Indumentarias francamente
ridículas son usadas por mexicanos provenientes de diversos estados del país
con el afán de imitar a los extrafalarios artistas norteamericanos y comidas
extrañas hasta ayer como la china y la japonesa ahora parecen dar el toque de
mundo a muchos hijos del barrio y de las comunidades rurales.
Ante ello se hace
necesario revitalizar nuestra mexicanidad, enalteciendo la identidad de nuestra
patria, del México que es y será el hogar que nosotros queremos que sea en la
medida que realmente nos reconozcamos como mexicanos, evitemos la
discriminación, sobrepongamos la visión de país a la de los regionalismos, seamos
más solidarios, más unidos, y logremos mejores gobiernos, que vean por todos y
distribuyan la riqueza de una forma más justa y equitativa.
Hoy no necesitamos una
guerra que ponga a prueba nuestra mexicanidad como lo hizo en Mulegé, Baja
California Sur, Manuel Pineda, en defensa del territorio nacional ante la
invasión estadunidense. Los retos ahí están en un mundo competitivo, en el que
las sociedades más sólidas y unidas son siempre las que salen adelante.
Mexicanidad es lo que
sentimos y podemos hacer por México.