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viernes, 25 de noviembre de 2011

El Congreso de los sabios tontos

La Paz, B: C:S  25 de noviembre de2011

El día de hoy, me tocó asistir a través de los medios de comunicación al deplorable circo que protagonizaron una vez más, nuestros flamantes diputados. Gracias a Dios, l@s jóvenes sacaron la casta y llevaron con dignidad  el cuarto parlamento juvenil como diputados por un día,¡¡ Bravo por ell@s!! Les quiero compartir un cuento del escritor Saúl Scholnick que ilustra perfectamente lo que ocurre en la cámara de diputados de nuestra ciudad. Y ahora sí que cualquier semejanza con la realidad es autentica.

EL CONGRESO DE LOS SABIOS TONTOS.

SAUL SCHOLNIK

 Allá en lo más profundo e impenetrable de la selva. Allá donde ningún valiente explorador ha podido jamás llegar. Allá donde los animales tienen su reino...

Allá se celebró un congreso. Habían sido llamados los sabios más afamados de toda la comarca. Estaban el Mono con lentes gruesos, El elefante cargado de años, la lechuza de ojos grandes y la jirafa muy sabia porque ve desde arriba todo lo que sucede. El representante más sabio de cada especie animal había llegado hasta ese congreso.



Me preguntarás: ¿por qué se habían reunido tantos sabios animales? Lo habían hecho para discutir la manera de mejorar la vida de los animales que allí vivían.

Cuando todos los sabios estuvieron reunidos, tomó la palabra el Mono sabio  y su discurso fue así: Estimados colegas que habéis llegado desde todo el reino hasta este congreso, el más importante, porque yo estoy en el, representando a la conocida, respetada y admirable clase de Monos



Antes de hacer mi proposición, deseo señalar lo siguiente: Los árboles y las plantas son necesarios para la vida de los animales. ¿Qué haríamos sin árboles? ¿Dónde vivirían los animales más inteligentes del reino que somos nosotros? ¿Por dónde viajaríamos si no fuera por las ramas, y qué podríamos comer si no tuvieran frutos los árboles? Resumo diciendo que el árbol es uno de los mayores tesoros de la naturaleza



Es por ello que solicito a este congreso que se planten muchos árboles para que nosotros los Monos podamos vivir mejor. Es importante indicar, que no vale la pena que los árboles tengan hojas, pues basta que tengan ramas para saltar de una a otra y frutos para comer. Terminó de hablar el Mono y todos prorrumpieron en grandes aplausos



Cuando se hubo calmado algo el ruido, la Jirafa sabia pidió la palabra y con voz suave y profunda dijo así: Admirados colegas, primero quiero felicitar al Mono sabio por su claro y brillante discurso. Debo agregar además que estoy de acuerdo con que se planten muchos árboles en nuestro reino, para bien de todos sus animales. Sin embargo, aunque estimo muy justo que los árboles tengan muchas ramas y frutos, creo que es muchísimo más importante que tengan hojas



Pero la interrumpió el Mono: más importantes son las ramas y los frutos  El pájaro carpintero sabio, golpeando en su escritorio, toc, toc, los interrumpió así: animales: en nombre de los Pájaros carpinteros, saludo a este congreso que se ha reunido para elevar las condiciones de vida de nuestro reino animal. Debo señalar, que la discusión que ha surgido no tiene razón de ser. Creo que es posible, y aún más aconsejable, plantar como se ha propuesto, muchos árboles que tengan ramas, frutos y hojas para que así todos queden contentos



 Grandes aplausos indicaron lo acertado de este discurso. Dando unos golpecitos, Toc, toc, el Pájaro carpintero siguió diciendo: lo importante en cualquier caso es que los árboles tengan unos troncos grandes, en donde los Pájaros carpinteros podamos golpear, toc, toc Y se calló Algunos asistentes aplaudieron



Entonces una Cabra sabia, saltó al centro de la reunión y dijo así: un momento muy de acuerdo que no haya diferencias. Todos queremos una vida mejor, pero deseo hacer una pequeña observación: de acuerdo que haya ramas, de acuerdo que haya  frutos y hojas. Pero el tronco debe ser lo más corto posible para que nosotras las Cabras podamos alcanzar las hojas y ustedes, señaló a la jirafa pueden agachar la cabeza para comer. Nosotras no podemos alcanzar las hojas altas. Respondió la Jirafa sabia….No estoy de acuerdo. Nos dolería mucho el cuello de tanto agacharnos



 Ustedes, señaló al Pájaro carpintero pueden pararse en el suelo y golpear el tronco. El pájaro carpintero sabio le respondió: yo tampoco estoy de acuerdo, Pues nuestras patitas no pueden estar en el suelo, necesitamos afianzarnos en el tronco.



Y se dirigió  ahora al Mono: ustedes pueden saltar por las ramas sin temor a golpearse muy fuerte si se caen al suelo.

 Afirmó enojado el Mono Sabio: Y yo estoy en total desacuerdo. En primer lugar no nos andamos cayendo de las ramas, y en segundo lugar no tiene ninguna gracia saltar tan cerca del suelo



Empezaron a discutir entre los cuatro, hasta que un relincho los hizo callar. Era la Cebra sabia que levantándose dijo, así: Colegas, colegas, me extraña mucho vuestra actitud. Estáis peleando por algo sin importancia. Quiero proponer que se ordene nuestra discusión, que se hagan primero todas las proposiciones, y luego que se discutan¡¡ Muy bien, muy bien!! dijeron muchos animales sabios, así es como debe hacerse.



Aprovecho entonces, para hacer mi proposición que tiende a mejorar la vida de nuestro pueblo. Y la hago en nombre de los que vivimos en la pradera; mi proposición es que se corten muchos árboles para que la pradera sea más amplia y podamos correr libremente



¡Bravo, bravo!, gritaron entusiasmados todos los animales sabios de las praderas y estuvieron gritando un buen rato. Los otros animales no aplaudieron…Quiero agregar todavía a mi proposición, que se plante mucho pasto tierno en estas praderas nuevas, para que nosotras las Cebras que vivimos en ellas podamos comer Ahora nadie aplaudió.



El León sabio, aprovechando el silencio, rugió así: Colegas sabios, pensando en el bienestar de nuestro reino, es que estoy de acuerdo en la segunda proposición hecha a este congreso por mi distinguido colega, la Cebra sabia Y miró a la Cebra, la que retrocedió levemente; sobre todo en vista de que nuestros colegas del bosque no han sido capaces de ponerse de acuerdo para solicitar algo definido.



 Se oyeron silbidos de desaprobación. Gritó la jirafa sabia…Estamos de acuerdo en lo fundamental. Claro que si, reafirmaron varios animales. Entonces rugió más fuerte el León sabio yo acepto la segunda proposición bajando la voz agregó…Pero con una leve modificación: el pasto que se plante debe ser largo y seco para que los leones podamos ocultarnos al ir de caza. Gritó la Cebra, pensando que se iba a quedar sin pasto para comer….corto  y  tierno. Rugió el León….Largo y seco. Relinchó la Cebra y avanzó….corto y tierno



Gritó indignada la Jirafa….Nada de pastos, queremos árboles altos, ustedes se las pueden arreglar de cualquier otra manera. La  apoyó el mono sabio: Eso es, árboles con muchas ramas y frutos. Insistió la Jirafa…No, no. Nada de eso tampoco, sólo con hojas.



 Gritó el pájaro carpintero…Con un tronco grande. Rugió el León sabio….No, no. Haremos praderas con pasto alto y seco Relinchó la Cebra: tierno. Todos empezaron a gritar al mismo tiempo…El tigre, sabio y astuto, esperó a que gritaran un rato y luego comenzó a hablar en voz baja. Todos se fueron callando para escucharlo.



Entonces el Tigre Habló así: queridísimos colegas sabios ¿Qué pasa que no podemos ponernos de acuerdo? Si todos queremos lograr una vida mejor, ¿por qué no armonizar las diferentes opiniones?. Eso es lo que debe hacerse, respondieron varios animales sabios, y continuó el Tigre con voz dulce…Yo tengo la forma perfecta de hacerlo.



Se trata de plantar algo que es largo y seco, pero que tiene hojas tiernas cerca del suelo, y también en lo alto. Sirve para balancearse y tiene un tronco con un agradable sabor dulce. ¿Y qué es eso? Preguntaron varios asistentes. Por lo que el Tigre sabio aclaró…Muy sencillo: es el bambú que crece en los cañaverales, en donde nosotros los tigres, vivimos ¡tan cómodamente! ¿Por qué entonces no pueden hacerlo ustedes?



 No sirve, es muy tieso y no deja correr, gritaron el León y la Cebra Las hojas son ásperas El tronco es delgado No tiene ramas Y nuevamente se pusieron todos a gritar, y ahora también gritaba el Tigre.



El presidente del congreso tuvo que suspender la sesión porque el León sabio se quería comer a la Cabra sabia. El Mono sabio tiraba de la cola al Tigre sabio. El Pájaro carpintero sabio hacía toc, toc en el cuello de la Jirafa. Y la Cebra sabia pateaba el suelo. Todos pasaron a comer alguna cosa, y después del almuerzo se reanudó la sesión. Se levantó el Camello sabio y su discurso, en voz baja y profunda fue así:

Colegas, esta mañana se han hecho dos proposiciones, y yo quiero ahora, para lograr el acuerdo unánime de este congreso, fundirlas en una sola que incluya todos los puntos de vista, para lograr así el verdadero progreso de nuestro reino

¿Por qué no hacemos una gran extensión de tierra, la que podríamos llenar con arena, y colocamos cada cierto trecho unos grandes oasis de pasto, otros de cañaverales, otros de árboles o arbustos? Se calló y todos los animales se quedaron pensando no muy convencidos



“Tendríamos que vivir con los pájaros carpinteros que hacen tanto ruido”, pensó la Jirafa



“Tendríamos que vivir con las Cebras que se comerían toda nuestra comida”, pensó la cabra



“Tendríamos que vivir con los leones que son más grandes que nosotros”, pensó el tigre.



Iban a empezar a protestar, pero antes que pudieran decir nada, un gordo Hipopótamo sabio, más tonto que todos los otros sabios, resoplando dijo: bueno. . bueno . . . eso de las islas con diferentes plantas. . . me parece bien. . .  todos quedarían muy felices. El camello le corrigió…Yo no he hablado de islas, colega, he dicho oasis oasis El Hipopótamo sabio, que además era un poco sordo, continúo como si no hubiera oído al camello sabio… Si. . si. . . eso de las islas me parece muy bien. . .porque en vez de perder tanto espacio con arenas. . . es preferible un hermoso y gran lago donde los Hipopótamos podamos echarnos. . .y le ponemos islas a los demás



 El Camello sabio le gritó indignado…He propuesto un desierto. El Hipopótamo contestó resoplando… Tonterías, lo que hace falta es un lago. Un desierto Un lago Y hubieran seguido por un largo rato discutiendo, si Sapito sabio, muy asustado, no los hubiera interrumpido así: es posible que podamos llegar a un término medio, para que todos mejoremos nuestras vidas: hagamos un desierto cubierto por una delgada capa de agua. Como si fuera, por ejemplo, algo así como un pantano. ¡Son tan agradables los pantanos en donde nosotros vivimos, después de todo!



 El León rugió…Basta de absurdos, necesitamos praderas Corrigió el Mono…Lo que necesitamos son bosques Gritó el Camello Desierto Resopló el Hipopótamo…lagos dijo el Sapito sabio, pero lo tan calladito que nadie lo oyó…pantanos, montañas, océanos, praderas, desiertos, selvas, hielo En fin, la batalla fue en ese momento indescriptible. Cada uno gritaba a voz en cuello su proposición, y se mezclaban los gritos, los rugidos, relinchos, berridos y aullidos en un alboroto tal, que nadie entendía nada.



 Alejándose el sabio Elefante, sabio y anciano, moviendo su trompa comentó…¡Que sabios más tontos estos! Quieren arreglar su reino, pero cada uno piensa sólo en su propio beneficio La sabia y anciana tortuga que también se alejaba le contestó… Así es, todos hablan del bien común pero a nadie le interesa. Dudo mucho que puedan ponerse de acuerdo. Y se fue alejando lentamente El sabio Elefante también se alejó, dejando a los tontos sabios que siguieran discutiendo.



Graciela Iglesias Limiñana.  Correo: gillapaz@yahoo.com.mx


sábado, 19 de noviembre de 2011

Mulegé

martes, 15 de noviembre de 2011

El vino tinto que se produce en San Miguel de Comondú, es orgánico



(Publicado en la Revista Análisis, edición no. 128 de agosto de 2011)

  • Don Olegario Murillo, produce el mejor vino de mesa
 Por Bertoldo Velasco Silva
Fotos: Bertoldo Velasco Silva

San Miguel de Comondú, B.C.S. Nacido en este bello lugar el 18 de marzo de 1936, Don Olegario Murillo Perpuly, un típico ranchero del norte sudcaliforniano, decidió combinar, por azahares del destino y por derecho de herencia -desde pequeño-, ser ganadero y productor de uva y del mejor vino de mesa del estado, denominado vino misional auténticamente orgánico, reconocido por catadores sudcalifornianos y foráneos.
Hombre de recia figura, alegre y siempre dispuesto a la platica, Don Olegario nos dedica un espacio de su febril actividad en el huerto “El Rincón” -como así se le conoce a su predio-, que le heredara de su tía, donde tiene un pequeño corral con vacas y una buena extensión de tierra cultivada de parras a punto de cosechar una uva de excelente calidad, sabor, color y textura, para iniciar de inmediato, la producción de su famoso vino de mesa -tinto-, que tan buen sabor tiene y del que muchos, recorren hasta 430 kilómetros -desde La Paz-, a degustarlo.
Don Olegario no cuenta con la infraestructura para la cosecha -corte-, para separar y limpiar la uva, para exprimirla, para destilarla o para embotellarla. Todo su proceso, desde el cultivo de las parras, del riego de agua, del abono que le pone -excremento de vaca, es la mejor, nos dice-, y el resto, es totalmente rústico, manual, y ese, afirma, es su valor intrínseco y del por qué, muchos aprecian su vino tinto “que no tiene comparación con los que se producen en el Valle de Guadalupe, en la Baja California, porque el de aquí, es mucho mejor que el de allá”, sostiene.
Pero atrás de todo esto, está una historia. Una historia que Don Olegario Murillo decidió contarnos y hasta cuándo, podremos disfrutar de ese famoso vino misional, del que por cierto, no podemos disfrutar en La Paz, porque la gente llega hasta San Miguel con sus botellas con corcho, hasta con galones para llevárselos llenos, porque en este lugar, se carece del envase de vidrio y corcho, para embotellarlo.
Este huerto, nos explica, era de mi tía. En mi casa vivió hasta que falleció y me heredó la tierra y por ello seguí trabajándola. Otra parte es de mi esposa mientras que un hermano tiene una huerta de aguacate, a él, le tocó un ranchito, dijo.
Como todo buen niño, desde pequeño ya saboreaba el vino tinto que su padre, ya fallecido, preparaba. Mi papá siempre hacía vino tinto, y me acuerdo que le robaba unas botellitas que guardaba con celosa actitud, pues lo quería para él.
Recuerdo, que antes, se hacía el vino en tinas de cuero y las tapaba con otro cuero, pero se le sacaba por abajo, y de ahí, pues yo le exprimía algo para disfrutarlo.
Yo comencé desde pequeño con la cría de vacas, y las traía a pastar a este predio donde se alimentaban de la maleza existente. Y tras fallecer mis padres y mis tías, pues tuve que trabajar los predios para seguir produciendo uva y vino de mesa.
En el predio, donde se llevó a cabo la entrevista, Don Olegario nos explicaba que ignora cuántas plantas de parra tiene cultivadas. Nunca las he contado, pero si tengo muchas, pues de ellas, el año antepasado obtuve 7 barricas de 200 litros cada una de vino tinto, y se vendió todo. Aquí a San Miguel, cuando hay vino de mesa,                                             
la gente llega, se toma sus copitas, trae sus botellas o sus galones cerrados, los lleva llenos y se van contentos, porque saben exactamente las fechas cuando deben de venir.
Para darnos una idea de esas fechas “importantes” tanto para Don Olegario como para los que gustan de su vino tinto, nos explica que la uva, cuando ya está lista para cortarla, dependiendo de un buen sol para que se termine de madurar, se muele y se procede a su fermentación. Esas fechas regularmente son a fines de agosto, entre el 25 y el 30 de ese mes. Y la fermentación en barricas (toneles de plástico) tarda un promedio de dos meses, por lo que a inicios de noviembre, está listo para tomarlo.
Una vez cortada la uva negra, esta se pone a asolear para que agarre más color y madure. Ya que esta lista, se pasa el proceso de “pisado” en una tina de cuero con pequeños orificios, por donde va escurriendo el jugo de uva, la cual cae en depósitos que después van a parar a las barricas. En la tina de cuero -dice que para el próximo proceso contratará unas bellas chicas para “pisar” o exprimir las uvas con sus pies-, se saca el “orujo” o el mosto como se le llama a la cáscara de la uva, la cual también se fermenta para obtener de ella el colorante necesario que se le pondrá a cada barrica para que el vino vaya tomando su color oscuro.
Una vez que se complemento esto y aplica el mosto a cada barrica, se espera el tiempo necesario hasta que el jugo de uva haya concluido su proceso de fermentación, entonces procede a taparlo, y de ahí, hasta que se va a tomar, lo cual dura dos meses, dependiendo de cuándo esté listo.
De las ganancias que ha obtenido por la venta de este vino misional que sumado a otras actividades, le da, dice, para sostener a su familia
Sin embargo, Don Olegario Murillo, quien desde pequeño se ha dedicado a esta actividad, señala que le hacen falta apoyos, y que está cansado de las promesas de los políticos.
Él desea seguir trabajando y produciendo este vino misional, auténticamente orgánico, porque reafirma, no utiliza insecticidas y solo abona las plantas con excremento que le genera un pequeño hato ganadero, el cual se alimenta del follaje que crece en su huerto y que lo apoya con otro tipo de alimento para que produzcan además leche, queso fresco.
Luego de participar en las reuniones y talleres que ha organizado el gobierno del Estado en esta población como en San José de Comondú, afirma que Marcos Covarrubias es un hombre de palabra, que respeta al ranchero sudcaliforniano y espera que el Programa Oasis que aquí echó a andar, le de la respuesta a sus requerimientos para tener un sistema eficiente de riego en las parras, de donde obtiene la uva para hacer su vino de mesa.
“Lo importante es que el gobernador nos apoye en cada una de las huertas de este oasis para hacerlas producir como antaño, para que estos pueblos vuelvan a ser lo que eran, emprendedores, trabajadores, productivos y generadores de riqueza”.
Confiamos y creemos en Marcos -Covarrubias Villaseñor-, porque aquí no hay dinero, pero si todos sembramos y producimos, aprovecharemos la carretera que se esta construyendo -desde Zaragoza hasta acá-, para poder sacar nuestros productos y comercializarlos en Constitución, Loreto y hasta en La Paz.
Nostálgico, Don Olegario nos afirma que antes la producción tanto de uva como de vino y otros frutos que se producen en este oasis sudcaliforniano, rendía y se mantenían todas las familias. Pero todo eso se fue al olvido, se dejó de sembrar y cuidar los huertos porque no había manera de cómo sacarlos de aquí y llevarlos a los mercados más cercanos como son Constitución y Loreto. Se dejó esta actividad por la falta de transporte y de una carretera”, pero parece que ahora el Gobernador ha entendido y nos está respondiendo. La carretera se está construyendo, y ya vendrá lo demás, sostuvo un Olegario confiado y esperanzado en que esta administración estatal, por fin se acuerde de que San José y San Miguel, también forman parte de Baja California Sur.
Don Olegario Murillo lanzó un reto a expertos y especialistas en vinos de mesa, al reafirmar que este, es 100 por ciento orgánico. Queremos que se sepa, y si quieren que lo analicen y verifiquen, porque aquí, decimos la verdad, ya que solo utilizamos de fertilizante la caca de va y de chiva y agua del oasis.
Pero también hace un llamado a las autoridades agropecuarias que convergen en este Programa Oasis: todos los frutos que aquí se producen al igual que el vino tinto, se vende y es aceptado por su calidad. En mi caso, requiero de envases apropiados para embotellar el vino. Aquí batallamos por la falta de botellas adecuadas, del corcho para taparlas. Es cierto, aquí reciclamos las botellas de vino, las lavamos bien junto con su tapón, pero la gente que conoce este vino, trae hasta galones ya preparados y con un buen tapón, porque saben de la calidad del producto, pero se nos facilitaría la comercialización a una mayor escala, si contáramos con esos productos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Una esperanza de vida

¡Cuidado! ¡Casi tocaste ese auto de costado! Me gritó mi padre. "¿Es que no puedes hacer nada bien?"
Esas palabras me dolieron más que un golpe. Volví mi cabeza hacia el anciano sentado en el asiento junto a mí desafiándome a contestarle. Se me hizo un nudo en la garganta, y aparté los ojos. No estaba preparada por otra pelea.
"Yo vi el auto, papá. Por favor, no me grites cuando manejo."
Mi voz fue medida y firme, que sonaba mucho más calmada de lo que realmente me sentía.
Mi padre me miró furioso, después volvió su cabeza y se mantuvo callado. En casa lo dejé enfrente del televisor y fui afuera para componer mis pensamientos. Había oscuras y pesadas nubes en el cielo, prometiendo una lluvia. Un trueno distante retumbó como si fuera el eco de mi agitación interna. ¿Qué puedo hacer con él?
Mi padre había sido leñador en el estado de Washington y en Oregon. Había disfrutado de vivir al aire libre y le gustaba medir su fuerza contra el poder de la naturaleza. Había entrado en agotadoras competiciones de leñadores, y a menudo ganaba. Los estantes de su casa estaban llenos de trofeos que probaban su habilidad.
Pero los años pasaron implacables. La primera vez que no pudo levantar un pesado tronco, hizo una broma sobre eso; pero luego el mismo día lo vi afuera solo, tratando de levantarlo. Se volvió irritable cada vez que alguien le hacía bromas sobre estar envejeciendo, o cuando no podía hacer algo que hacía cuando era joven.
Cuatro días antes de cumplir sesenta y siete años, tuvo un ataque al corazón. Una ambulancia lo llevó al hospital mientras el paramédico le hacía resucitación para mantener la sangre y el oxígeno circulando.
En el hospital, lo llevaron corriendo al cuarto de operaciones. Tuvo suerte, sobrevivió. Pero algo en el interior de papá, murió. El gusto por la vida desapareció. Obstinadamente se negaba a seguir las órdenes del doctor. Las sugerencias y los ofrecimientos de ayuda eran rechazados con sarcasmo e insultos. El número de visitantes disminuyó, y finalmente cesaron. Papá quedó solo.
Mi esposo Dick y yo le pedimos que venga a vivir con nosotros a nuestra pequeña granja. Esperábamos que el aire libre y la atmósfera de granja le ayudaran a ajustar su vida.
Una semana después de venir, ya me arrepentí de la invitación. Nada le parecía satisfactorio. Criticaba todo lo que yo hacía. Me sentí frustrada y deprimida. Pronto me di cuenta que estaba desahogando mi rabia con Dick. Empezamos a discutir y pelear.
Alarmado, Dick buscó al pastor y le explicó la situación. El pastor nos dió citas de consejería para nosotros. Al final de cada sesión, él oraba, pidiendo a Dios que calmara la turbada mente de papá.
Pero los meses pasaban y Dios guardaba silencio. Había que hacer algo y era yo la que lo tenía que hacer.
Al día siguiente me senté con la guía telefónica y llamé a cada una de las clínicas mentales que había en el libro. Expliqué mi problema a cada una de las voces llenas de simpatía que me contestaron. Justo cuando estaba perdiendo la esperanza, una de esas amables voces de repente exclamó, "¡Recién leí algo que podría ayudarla! Déjeme ir a buscar el artículo..."
Escuché mientras ella leía. El artículo describía el sorprendente estudio hecho en una clínica geriátrica. Todos los ancianos pacientes estaban con tratamiento por depresión crónica. En todos ellos sus actitudes mejoraron en forma excepcional cuando se les dio la responsabilidad de cuidar un perro.
Fui a la municipalidad a ver los perros ofrecidos en adopción. Después que llené un formulario, un oficial uniformado me llevó a los corrales de los perros. El olor a los desinfectantes inundó mi nariz cuando entré a las filas de jaulas. Cada una contenía de cinco a siete perros. Los había de pelo largo, enrulado, unos negros y otros con manchas que saltaban, tratando de alcanzarme. Los fui estudiando uno por uno pero los rechacé a todos por distintas razones, demasiado grande, o demasiado chico, o demasiado pelo, etc. Cuando llegué al último corral, un perro desde la esquina más alejada se paró con dificultad, caminó hacia el frente de la jaula y se sentó. Era un pointer, una de las razas aristócratas del mundo de los perros. Pero éste era una caricatura de la raza.
Los años habían puesto en su cara y hocico un poco de gris. Los huesos de sus caderas sobresalían en triángulos desiguales. Pero fueron sus ojos que atraparon mi atención. Calmados y límpidos, me observaban fijamente.
Apuntando al perro, pregunté, ¿Qué me dice de éste? El oficial miró, y sacudió su cabeza, intrigado. "El es un poco raro. Apareció no se sabe de dónde, y se sentó en el portón del frente. Lo entramos, pensando que quizá alguien viniera a reclamarlo. Eso fue hace dos semanas y nadie ha venido. Su tiempo termina mañana". Hizo un gesto, como que no se puede hacer nada.
Mientras las palabras entraban a mi mente, me volví al hombre con horror... "¿Quiere decir que lo van a matar?"
"Señora", dijo dulcemente, "Es el reglamento. No hay lugar para todos los perros que nadie reclama."
Miré al pointer otra vez. Sus calmados ojos marrones esperaban mi decisión. "Lo tomaré", dije. Y manejé hasta casa con el perro sentado en el asiento delantero a mi lado. Cuando llegué a casa, toqué la bocina dos veces. Lo estaba ayudando a bajar del auto cuando papá apareció en el porche del frente... “¡Mira lo que te traje, papá!” dije entusiasmada.
Papá miró, y puso una cara de disgusto. “Si yo quisiera un perro lo hubiera buscado. Y hubiera elegido uno mejor que esta bolsa de huesos. Quédate con él, yo no lo quiero.” Agitó su brazo despectivamente y empezó a caminar hacia la casa.
El enojo creció dentro de mí. Me apretaba los músculos de la garganta y sentía latidos en las sienes. “¡Es mejor que te acostumbres a él, papá, porque se queda con nosotros!”
Papá me ignoró... “¿Me escuchaste, papá?” Grité. A estas palabras papá se volvió enojado, con sus manos apretadas a sus costados, con sus ojos entornados con odio.
Estábamos parados mirándonos fijamente como duelistas, cuando de repente, el pointer se soltó de mi mano. Fue cojeando despacio hasta mi padre y se sentó frente a él. Entonces muy despacio, cuidadosamente, levantó la pata delantera.
La quijada de mi padre tembló mientras se quedó mirando la pata levantada. La confusión reemplazó la ira de sus ojos. El pointer esperaba pacientemente. De pronto, papá estaba arrodillado, abrazando el animal.
Fue el principio de una cálida e íntima amistad. Papá lo llamó Cheyenne. Juntos, él y Cheyenne exploraron el vecindario. Pasaron largas horas caminando por polvorientos caminos. Iban a las orillas de los rápidos ríos, a pescar sabrosas truchas, pasando largos momentos de reflexión. Incluso comenzaron a ir juntos a la iglesia los domingos, mi padre sentado en un banco y Cheyenne echado silencioso a sus pies.
Papá y Cheyenne fueron inseparables a través de los tres años siguientes. La amargura de mi padre se desvaneció, y él y Cheyenne hicieron muchos amigos.
Entonces, una noche, muy tarde, me extrañó sentir la fría nariz de Cheyenne revolviendo nuestras frazadas. Nunca antes había entrado a nuestro dormitorio en la noche. Desperté a Dick, me puse el salto de cama y corrí al cuarto de mi padre. Papá estaba en su cama, con una faz serena. Pero su espíritu se había ido silenciosamente en algún momento durante la noche.
Dos días más tarde, mi dolor se hizo todavía más profundo cuando descubrí a Cheyenne tendido muerto junto a la cama de papá. Envolví su cuerpo en la alfombra sobre la cual siempre había dormido. Mientras Dick y yo lo enterrábamos cerca de su lugar favorito de pesca, le agradecí silenciosamente por la ayuda que me había dado para devolver a mi padre la paz y tranquilidad.
La mañana de funeral de papá amaneció nublada y sombría. Este día se ve de la misma manera que yo me siento, pensé, mientras caminaba hacia la línea de bancos de la iglesia reservados por familia. Estaba sorprendida de ver la cantidad de amigos que papá y Cheyenne habían hecho, que llenaban la iglesia. El pastor comenzó su elogio del difunto. Fue un tributo para papá y para el perro que había cambiado su vida.
Entonces el pastor citó Hebreos 13:2. “No dejes de dar hospitalidad a forasteros, porque haciéndolo, algunos han recibido ángeles sin saberlo.” “Muchas veces he agradecido a Dios por haberme enviado un ángel,” dijo.
Entonces me di cuenta, y el pasado cayó todo en su lugar, completando un rompecabezas que no había visto antes: aquella amable y simpática voz que me leyó aquel artículo sobre el estudio en la clínica geriátrica. La inesperada aparición de Cheyenne en el lugar de los perros para adopción. Su calmada aceptación y completa devoción a mi padre y la proximidad de sus muertes.
Y de repente, comprendí. Me di cuenta que, ciertamente, Dios había contestado mis plegarias en busca de su ayuda.
La vida es muy corta para hacerse dramas por cosas sin importancia, así que:
RÍE CON FUERZA, AMA CON SINCERIDAD Y PERDONA RÁPIDAMENTE. VIVE MIENTRAS ESTÉS VIVO. PERDONA AHORA A AQUELLOS QUE TE HACEN LLORAR. QUIEN SABE SI TENDRÁS UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD.